Mañana me voy de viaje.
Me iré en un viaje infinito recorriendo los mares eternos.
Parto mañana de San Antonio en una pequeña barcaza que conseguí con unos pescadores.
Ya no me verás ni sabrás de mensajes, llamados o correos míos.
Te dejaré tranquila para que puedas de una buena vez terminar tu búsqueda en paz.
Parto mañana en un viaje cuyo único destino es llegar más allá del mar.
Tarde o temprano, ya sea por falta de alimentos o por mi inexperiencia en la navegación, la barcaza habrá de naufragar en medio del mar. Pero si la suerte no me abandona, un par de horas antes de morir ahogado o devorado por una extraña especie de delfines asesinos, seré rescatado por pescadores aborígenes de una desconocida isla tropical.
Aprenderé su lenguaje y eventualmente dejaré atrás toda mi vida pasada.
Aquí se llevarán a cabo investigaciones para ubicarme.
Primero llamarán a los hospitales, luego a las embajadas, para finalmente enterrar mi recuerdo en una tumba vacía.
Mientras sigues buscando tu centro, me recordarás esporádicamente, y una vez por año, recordando aquél Bingo, me llevarás una flor y tocarás aquél tema de Guitar Hero hasta lograr superar mi 99%.
En la isla, probablemente encuentre alguna morena que me ofrezca el cielo, que me acaricie mientras te busco entre las estrellas del cielo negro.
Al cabo de los años terminaré por desistir de mi búsqueda y si bien ya nunca podré ser realmente feliz, al menos me resignaré a la belleza de mi nuevo hogar.
Así pasarán los años hasta que en algún momento la resignación tendrá que explotar, vendrá la curiosidad, la intriga por saber del otro mundo y por consiguiente, la ansiedad por volver.
Luego de convencer al Patriarca de la tribu de mi necesidad (no será muy dificil ya que él mismo siempre vería mi presencia entre ellos como algo temporal), organiza un grupo con dos botes para acercarme al continente. Claro, como todo el pueblo se va ha haber encariñado conmigo, el grupo serían todos y los dos botes serían veinte.
Me acompañarían varios días, semanas, hasta que a lo lejos se divise tierra continental. Ese día, se haría una ceremonia de despedida sobre el mar. Varios morirán ahogados luego de lanzarse ebrios al mar, otros suicidados por visiones espantozas sobre ellos mismos luego de mi partida. La mayoría sin embargo estaría inconsciente después de tremenda borrachera de Absolut con cerveza artesanal que importaban de la isla Budapest (siempre llena). Asi es que finalmente partiría solo hacia ese continente, hacia la nueva antigua vida.
Llegaría a una tierra extraña, ciertamente no mi país, pero gracias a todos los idiomas que hablo, lograría entablar cierto tipo de conversación con marinos, comerciantes que me llevarían rápidamente a la policía creyendo que soy algún espía indocumentado. Éstos no tardarán en, afortunadamente, deportarme a mi país.
Probablemente me tome varios días volver, pero finalmente llegaría a casa, la que de seguro habrá sido reemplazada por un edificio o condominio.
Caminaría luego hacia la tuya y para esperar afuera. Sentado en la vereda por si sales (o llegas). Horas eternas preguntándome si sigues viviendo allí, si encontraste a alguien, si te verías igual que cuando te conocí...
Finalmente las dudas se disipan. Apareces, nos vemos y a pesar de todos los años nos reconocemos inmediatamente. Nos abrazamos más fuerte que nunca, lloramos, reimos y nos damos, después de 15 años, un primer beso.