martes, septiembre 15, 2009

Sueño espiraloide

Después de tantos meses de habernos dejado de ver y mediante no sé qué extraordinaria coordinación cósmica nos encontramos.

Nos encontramos en un parque, que podría ser el Forestal u otro, da lo mismo, pero era un parque grande, con muchos árboles, verdes todos.

Nos miramos, nos reimos, pero no nos movemos, no sé si es porque no queremos movernos o no podemos movernos, más bien es una foto, una instantánea que dura. Una imagen detenida de una película fome.

Alguien, un árbitro tal vez, un paco o un niño, toca un pito de rayuela (en ese momento era obvio que el pito era de rayuela, no tengo idea porqué, pero son cosas que suceden). En todo caso, al sonar el pito, la imagen retoma movimiento pero habiendo adelantado varios cuadros, porque en ese momento ya estamos corriendo. Corremos, no uno hacia el otro sino que los dos hacia el mismo lado, como haciendo una carrera. Claro que ambos estamos con ropa de trabajo, asi que te imaginarás que no estamos para nada cómodos en la carrera. Mientras corro, escucho un golpe metálico constante....como alguien que martilla sobre un yunque. Tiiiing..... Tiiiing.... eso me ayuda mantener el paso en la carrera.

En una pestañeada, se cambia todo el escenario (así son los sueños) y seguimos corriendo, pero en el parque Ibirapuera de Sao Paulo, entremedio de un tumulto de brasileños que van contra la corriente. Y pasan autos, y motos, y bicicletas, todos en contra nuestra. Todos alegando en alguna lengua muerta.

Tú estás con tu bikini azteca y yo sigo con mi traje de trabajo (negro, camisa blanca, corbata negra).

(Sigo escuchando el martilleo sobre el yunque).

En otro pestañeo me baja la necesidad de agarrarle la cartera a una vieja (se parece a la señora de un quiosco que hay cerca de mi casa) que está corriendo delante mío. Se la agarro y con ella le pego a un viejo que viene a defenderla. Viejo culeado le grito y le sigo pegando. Luego le pego a un tipo con pinta de cualquier cosa.

Tú me miras atónita y te comienzas a reir de buena gana.


Yo no te veo, pero te siento, y le empiezo a pegar a todo el mundo con la cartera, no tengo idea por qué lo hago, simplemente se siente bien hacerlo. Hasta que ésta se rompe. y justo se me pasan las ganas.

Entonces me subo a un árbol y me balanceo con la corbata. Y empiezo a saltar de árbol en árbol, hasta que caigo en una ambulancia verde que me lleva a lo que debe ser un manicomio.

Tú me pierdes el rastro y yo el tuyo. Ahí me doy cuenta que ya no estás y te busco en los cajones de la ambulancia, le pregunto a una enfermera si me ha visto. Ella me dice que no, que probablemente me quedé en el parque y me perdí con el tumulto. Pero que tú estás bien, que te tranquilices.

En el manicomio (escena de la película "12 monos" con Brad Pitt y Bruce Willis), hay un rucio (pitt?) que es como líder, reta a todos, grita leseras de unos monos, del fin del mundo, de la diarrea que le dan los clorofluorocarbonos que nos dan al desayuno. Sólo lo escucho en su barullo, cada vez más lejano y yo cada vez más dentro de mi.

Apareces (aún con el bikini puesto, está más pequeño ahora). Hay una puerta con barrotes de cuchuflí que nos separa. Infranqueable. No están frescos.

Me alegro que me hayas venido a sacar, pero no lo haces. Me retas, me mandas a la mierda porque te dejé sola otra vez, que soy un desconsiderado, un tarado, un gil de cuna, un comemierdas y me pegas una cachetada que se escuchó en todo el salón.

Quedé con olor a buitre mojado y color de lasaña recocida.

El lider rucio se caga de la risa. De esas risas de verdad, de las que uno realmente goza y siempre recuerda (yo no me acuerdo de ninguna de esas). Me cago ahí mismo y le lanzo la mierda (caliente aún) a la boca para que se la coma el conchesumadre. Se la come enterita y vomita y los demás le lanzan su propio vómito y así sigue eso en un asqueroso sin fin espiraloide.

Tú no entiendes lo que pasa aquí y te vas, pero antes me dejas un llavero sin llaves, con un gatito colgando.

Me lo llevo a la pieza (que estaba toda desordenada), nos sentamos en la cama y comenzamos a mirarnos.

Nos miramos, nos reimos, pero no nos movemos, no sé si es porque no queremos movernos o no podemos movernos, más bien es una foto, una instantánea que dura. Una imagen detenida de una película fome.

Cuando siento nuevamente el martilleo sobre el yunque, cierro los ojos, todo relajado y me trasporto hacia el mar...es como una visión desde el aire, donde se ven islas, tremendas y hermosísimas playas, corales de colores, y más mar, pero aterrizo el medio del desierto.

Se me cae todo el pelo (de todo el cuerpo), se me desaparece toda la ropa, y ahí estoy, pelao, en pelotas, en medio de un montón de arena, con un llavero con un gato en la mano. El horizonte en los 360 grados es el mismo...arena plana. Ni siquiera dunas que me permitan pensar que al otro lado esto se acaba. Es como estar en Bélgica pero cubierto de arena.

Me siento pero como la arena que llevaba probablemente más de 69 horas al sol, estaba hirviendo, me quemo, me quemo entero, el culo, las piernas, los pies y corro, pero para cualquier lado que corra está todo caliente. Más que caliente. Me pongo a hacer un hoyo con los pies quemados para encontrar arena más fría, pero mientras más escarbo, más caliente está.

Quiero soltar el gato que a estas alturas me molesta, pero no puedo, el calor derritió la argolla del llavero y la pegó a mi dedo, como un anillo. Más que un anillo, como piel metálica.

Me rindo. decido quedarme quieto, concentrando todo el dolor en los pies. A la larga uno lo anula como un ruido constante. Y ahí me quedo, sintiendo como la piel se me deshace y el puto dolor no hace más que aumentar. Tanto es así que ni me doy cuenta de las ampollas que me salen en todo el resto del cuerpo expuesto al sol directo.

El sol hace efectos distintos en distintas especies: El gato comienza a crecer.

Y crece y ya es del porte de un caballo. Más aún, ahora tiene vida (o siempre la tuvo?)

Me subo, pilucho, pelado y quemado, al gato y siento inmediatamente el alivio de despegarme de la arena. Se me pasan todos los dolores, la piel me vuelve a salir donde ya la carne estaba cocida y lista para el plato.

Se nubla, comienza a llover.

El desierto se transforma en el mar que veía antes de llegar aquí. El mar se transforma luego en el parque Ibirapuera y luego en el parque de Santiago.

Salimos corriendo con el gato (yo sobre él) . Miramos el GPS (el gato lo sacó de no sé dónde) y marcamos la dirección de mi casa. Para allá vamos, donde tú nos esperabas, sin ropa, igual que yo, pero con una taza de té.

Nos miramos, nos reimos, pero no nos movemos, no sé si es porque no queremos movernos o no podemos movernos, más bien es una foto, una instantánea que dura. Una imagen detenida de una película fome.

1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias ........ !